Monday, April 30, 2012

Al indio le basta el oro que le relumbra del sol


Arauco tiene una pena
que no la puedo callar:
son injusticias de siglos
que todos ven aplicar.
Nadie le ha puesto remedio
pudiéndolo remediar.
¡Levántate, Huenchullán!

Un día llegó de lejos 
 huescufe conquistador
buscando montañas de oro
que el indio nunca buscó.
Al indio le basta el oro
que le relumbra del sol.
¡Levántate, Curimón!

Entonces corre la sangre,
no sabe el indio qué hacer.
Le van a quitar su tierra,
la tiene que defender.
El indio se cae muerto
y el ajuerino de pie.
¡Levántate, Manquilef!

¿Adónde se jue Lautaro
perdido en el cielo azul?
Y el alma de Galvarino,
¿se la llevó el viento sur?
Por eso pasan llorando
los cueros de su cultrún:
«¡Levántate, pues, Calful!»

Del año mil cuatrocientos
que el indio afligido está.
A la sombra de su ruca
lo pueden ver lloriquear.
Totora de cinco siglos
nunca se habrá de secar.
¡Levántate, Curimán!
Arauco tiene una pena
más negra que su chamal:
ya no son los españoles
los que les hacen llorar.
Hoy son los propios chilenos
los que les quitan su pan.
¡Levántate, Quilapán!

Ya rugen las votaciones,
se escuchan por no dejar,
pero el quejido del indio,
¿por qué no se escuchará?
Aunque resuene en la tumba
la voz de Caupolicán:
¡Levántate, Callupán!

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