Casi exactamente dos meses después de que el presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, en forma ilegal declarara ganador de la elección a Felipe Calderón, el TEPJF emitió su fallo en el mismo sentido, minimizando las irregularidades del proceso y aun asumiéndose discapacitado para juzgarlas
Ganar ilegalmente
Esta invitación a violar la ley es uno de los saldos negativos de la sesión con que
Hay una paradoja, una profunda contradicción en el hecho de que un tribunal inválido declare la validez de la elección. En la cuenta del dictamen leída por el secretario general de acuerdos, y en varias de las intervenciones de los magistrados se escuchó la excusa: este tribunal no está en condiciones de, no tenemos evidencia de que, no podemos medir el efecto. Un órgano judicial lisiado por decisión propia ha reconocido que hubo irregularidades, incluso francas infracciones a la ley, pero no pudo establecer sus consecuencias, o las consideró nimias, no obstante que uno de sus deberes es la preservación del principio de legalidad, que se rompe por la infracción en sí misma, independientemente de los efectos que provoque.
Ése es el caso de los mensajes difundidos por el Consejo Coordinador Empresarial, a ciencia y paciencia del IFE. El Tribunal reconoció el parentesco entre el sentido de esos mensajes y la propaganda panista, es decir la conversión de un órgano de representación empresarial en proselitista político, que participó en las campañas en términos que sólo los partidos pueden hacer. Pero
El dictamen (o su resumen) oscila en una permanente contradicción respecto de los mensajes de contenido o emisor ilegal. Por un lado, se excusa de no poder establecer en qué medida impactan el ánimo de los electores. Pero, por otra parte, exculpa a los infractores, como el presidente de
Ése fue otro ritornelo de las decisiones del Tribunal. La finura de sus instrumentos de medición, que le permitió reconocer irregularidades y distinguir entre los efectos "poco importantes" y los determinantes, no le permitió suponer que lo nimio pudo ser relevantísimo en una elección tan contendida que la diferencia entre las votaciones mayores representa poco menos del doble de las casillas establecidas el 2 de julio. En cada mesa electoral, en promedio, Calderón superó a López Obrador sólo por dos votos.
Elegidos por 10 años a partir de un procedimiento abierto y promisorio, los magistrados que inauguraron el Tribunal en noviembre de 1996, y por lo tanto se despiden ya de sus funciones, mantuvieron un desempeño que generó confianza y certidumbres. No lograron mantener esa calidad en el momento estelar del fin de su carrera. La semana pasada, asaltados por una extraña prisa se comieron más de 80 horas que hubieran podido ser de extrema utilidad para celebrar las sesiones públicas que omitieron y dieron por cerrada la etapa judicial el 28 de agosto y no el 31 como hubieran podido hacerlo con provecho para la calidad de sus resoluciones. Ahora calificaron la elección un día antes de que concluyera el plazo, como si se tratara de un trabajo sencillo que pudo ser realizado con holgura y sobra de tiempo.
A los ciudadanos que, como el propio Tribunal, tenemos conciencia del sinnúmero de irregularidades cometidas en el proceso, la decisión final nos genera un dilema irresoluble: jurídicamente su fallo es inatacable. Pero éticamente es inacatable, porque no produce certeza. El Tribunal incumplió deberes de transparencia, y su omisión será socialmente costosa, porque nos devolverá a los tiempos en que campeaba la incredulidad electoral.
Cajón de Sastre
Una vez concluido el proceso electoral, y sin que nadie pretenda atribuirle efectos jurídicos de ninguna especie, se abre la oportunidad para la transparencia electoral, un valor no atendido de modo explícito por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de
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