Friday, September 08, 2006

Venceremos

"Vamos a ganar porque somos la izquierda unida, porque somos la unidad popular, somos las fuerzas políticas más poderosas y las fuerzas sociales más significativas. Campesinos y profesores universitarios, pequeños, medianos comerciantes e industriales, agricultores y obreros industriales, estudiantes y dueñas de casa, intelectuales y profesionales con conciencia social, artistas y creadores, somos el pueblo, somos la arcilla del futuro, somos los más, somos los mejores, por eso vamos a triunfar".

Salvador Allende

Cualquier semejanza con la realidad mexicana es coincidencia.

Foto de mi nuevo poster



Es un honor estar con Obrador

Wednesday, September 06, 2006

Ilegalidad, buen negocio

Miguel Ángel Granados Chapa

Casi exactamente dos meses después de que el presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, en forma ilegal declarara ganador de la elección a Felipe Calderón, el TEPJF emitió su fallo en el mismo sentido, minimizando las irregularidades del proceso y aun asumiéndose discapacitado para juzgarlas

Ganar ilegalmente la Presidencia de la República en 2000 costó al Partido Acción Nacional 400 millones de pesos, pagaderos en abonos. Refrendar el triunfo en 2006 le ha resultado aún más barato: sólo un rozón, ni siquiera una reprimenda al presidente de la República, que con su indebida injerencia afectó el proceso de este año, pero no de modo determinante. Con esas decisiones, ambas tomadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, se confirma la cínica tesis de que violar la ley es buen negocio, pues aun considerando el monto de la sanción (cuando la hay) es mayor la ganancia que se obtiene y la infracción se justifica.

Esta invitación a violar la ley es uno de los saldos negativos de la sesión con que la Sala Superior de ese tribunal dio por concluido el proceso electoral federal. Ahora sí, no como quiso el consejero presidente del IFE Luis Carlos Ugalde el 6 de julio, hay un candidato triunfador, un Presidente electo, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Respecto de aquel doloso desliz de quien encabeza el órgano administrador de las elecciones, el Tribunal practicó la lenidad: dice que su pronunciamiento fue inocuo, pues no generó efecto jurídico alguno, ya que no es la autoridad indicada para hacer tal declaratoria. Precisamente allí radica la ilegalidad, en que Ugalde no tenía nada que hacer en esa porción del proceso. No es verdad que se limitó a ofrecer datos numéricos (algo que, por lo demás, ya había hecho, en cumplimiento de un deber legal, el secretario ejecutivo del IFE) sino que ungió a Calderón como candidato victorioso, apenas minutos después de concluido un cómputo distrital que mereció 375 juicios de inconformidad, una cifra mayor aún que el número de distritos en que está dividido el país.

Hay una paradoja, una profunda contradicción en el hecho de que un tribunal inválido declare la validez de la elección. En la cuenta del dictamen leída por el secretario general de acuerdos, y en varias de las intervenciones de los magistrados se escuchó la excusa: este tribunal no está en condiciones de, no tenemos evidencia de que, no podemos medir el efecto. Un órgano judicial lisiado por decisión propia ha reconocido que hubo irregularidades, incluso francas infracciones a la ley, pero no pudo establecer sus consecuencias, o las consideró nimias, no obstante que uno de sus deberes es la preservación del principio de legalidad, que se rompe por la infracción en sí misma, independientemente de los efectos que provoque.

Ése es el caso de los mensajes difundidos por el Consejo Coordinador Empresarial, a ciencia y paciencia del IFE. El Tribunal reconoció el parentesco entre el sentido de esos mensajes y la propaganda panista, es decir la conversión de un órgano de representación empresarial en proselitista político, que participó en las campañas en términos que sólo los partidos pueden hacer. Pero la Sala Superior se limitó a expresar el hecho, ni siquiera deplorarlo. Y en el colmo de la complacencia, el magistrado presidente Leonel Castillo González exhortó a los poderes económicos a portarse bien en lo futuro, pues si bien esta vez no dañaron (así lo dijo) el proceso, quién sabe qué pueda ocurrir en el porvenir.

El dictamen (o su resumen) oscila en una permanente contradicción respecto de los mensajes de contenido o emisor ilegal. Por un lado, se excusa de no poder establecer en qué medida impactan el ánimo de los electores. Pero, por otra parte, exculpa a los infractores, como el presidente de la República mismo, aduciendo que el paso del tiempo entre la propagación de esos mensajes y la jornada electoral atenuó su efecto. Que, por otra parte, no fue determinante del resultado de la elección.

Ése fue otro ritornelo de las decisiones del Tribunal. La finura de sus instrumentos de medición, que le permitió reconocer irregularidades y distinguir entre los efectos "poco importantes" y los determinantes, no le permitió suponer que lo nimio pudo ser relevantísimo en una elección tan contendida que la diferencia entre las votaciones mayores representa poco menos del doble de las casillas establecidas el 2 de julio. En cada mesa electoral, en promedio, Calderón superó a López Obrador sólo por dos votos.

Elegidos por 10 años a partir de un procedimiento abierto y promisorio, los magistrados que inauguraron el Tribunal en noviembre de 1996, y por lo tanto se despiden ya de sus funciones, mantuvieron un desempeño que generó confianza y certidumbres. No lograron mantener esa calidad en el momento estelar del fin de su carrera. La semana pasada, asaltados por una extraña prisa se comieron más de 80 horas que hubieran podido ser de extrema utilidad para celebrar las sesiones públicas que omitieron y dieron por cerrada la etapa judicial el 28 de agosto y no el 31 como hubieran podido hacerlo con provecho para la calidad de sus resoluciones. Ahora calificaron la elección un día antes de que concluyera el plazo, como si se tratara de un trabajo sencillo que pudo ser realizado con holgura y sobra de tiempo.

A los ciudadanos que, como el propio Tribunal, tenemos conciencia del sinnúmero de irregularidades cometidas en el proceso, la decisión final nos genera un dilema irresoluble: jurídicamente su fallo es inatacable. Pero éticamente es inacatable, porque no produce certeza. El Tribunal incumplió deberes de transparencia, y su omisión será socialmente costosa, porque nos devolverá a los tiempos en que campeaba la incredulidad electoral.

Cajón de Sastre

Una vez concluido el proceso electoral, y sin que nadie pretenda atribuirle efectos jurídicos de ninguna especie, se abre la oportunidad para la transparencia electoral, un valor no atendido de modo explícito por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, no obstante haber recibido peticiones expresas sobre la materia. Está en curso una solicitud del semanario Proceso al Instituto Federal Electoral para que un vasto conjunto de ciudadanos, entre los que se encuentran numerosos miembros de institutos y centros de investigación y docencia, tengan acceso a la documentación electoral y practiquen una revisión minuciosa de los paquetes, los pocos que fueron abiertos y los muchos que suponemos permanecen como fueron compuestos por los ciudadanos el 2 de julio. Una vez resuelta la cuestión legal y declarado el Presidente electo, Felipe Calderón mismo podría expresar su interés por esa operación que fortalecería su posición si mediante ese procedimiento se disipara la duda fundada que los órganos electorales crearon y no contribuyeron a eliminar.

Monday, September 04, 2006

Minifer

Este es mi primer sobrino, ahora va a la misma escuela a la que fue su papá, 3 de sus tías y yo. Hace 21 años yo me veía como Fernando en esta foto, esperemos que este sea el primer año de 13 que puedes pasar en esa escuela (Instituto Ovalle Monday).


Claro yo muchos más guapo

El Pueblo Unido - Legua York

Normalmente no soy muy afecto a la música Hip-Hop, pero Legua York es una de esas agrupaciones que utiliza perfectamente este ritmo para expresarse.

Friday, September 01, 2006

El piloto ausente

Juan Villoro

¿Con qué ánimo llega Fox a su último Informe? Una de las afecciones más comunes de los políticos es la paranoia. El presidente de México padece de la ilusión opuesta: la certeza de ser querido.

Este artículo no pretende desengañar a un hombre feliz, entre otras cosas porque nuestro dignatario no es muy amigo de la lectura. Semana a semana, los editorialistas le señalan fallos pero él se siente a todo dar. Cuando le preguntaron cómo pasaba los últimos días de su mandato, respondió sin vacilar: "Como un campeón". ¿En qué torneo triunfó? Vale la pena indagar las causas que animan a este hombre satisfecho de haberse conocido a sí mismo.

El primer enigma es que no le gusta su trabajo. Obviamente no puede decirlo, pues es de pésimo gusto salir con que no disfruta el destino para el que necesitó de tanto apoyo. Sin embargo, parece obvio que detesta cabildear para lograr acuerdos, carece de paciencia para los proyectos a largo plazo y no quiere arruinarse la tarde persiguiendo las tepocatas que prometió atrapar. Lo que sí le gustan son los actos públicos que le permiten abrazar chiquillos, chutar un pénalti (aunque lo falle), perdonar al escuincle que le puso cuernos cuando les tomaron una foto, comer una rica frijoliza en los rincones del país donde las tortillas saben más sabrosas.

Si una imagen captura sus anhelos es la del helicóptero que en los grandes fines de semana lo saca de la Presidencia para llevarlo al campo de sus caballos.

Desde que asumió su cargo, encontró otra forma de estar en campaña. El luchador carismático que utilizó un vocabulario destemplado para oponerse a los rateros del PRI, pidió perdón por sus ofensas al recibir constancia de mayoría. ¿Había nacido un estadista dispuesto a trabajar por encima de intereses partidarios? Niguas. El Presidente fue menos populachero que el candidato, pero descubrió que lo único divertido del Ejecutivo es el protocolo. Aunque no voté por él y repruebo su gestión, reconozco que ningún otro Presidente ha lucido tan natural montado en un triciclo o en un cebú. El atractivo bronco de su campaña se transformó en una fotogénica habilidad para mimetizarse con los más diversos escenarios, al modo de un personaje de alquiler que representa a un Presidente sin la molestia de tomar decisiones.

Fox domina el grado Zelig de la sociabilidad: le pones un salvavidas y parece capitán de barco; si pasa revista a las tropas, parece un curtido ex combatiente; con gorra de beisbol, parece un pelotero de la vieja escuela. La campechanería es su estilo de gobierno. Esto explica en parte la extraña valoración que sobre él arrojan las encuestas. Por más errores y dislates que cometa, un amplio sector de la opinión pública lo considera "simpático", "buena onda", "confiable". El último calificativo es un poco raro. En la misma encuesta donde la gente se queja de la inseguridad, la carestía y la falta de miras del país, Fox aparece como confiable, pues ha logrado el artificio de separar a su persona de su cargo. Mucha gente le confiaría su perro favorito. En cambio, resulta un exotismo asociarlo con estrategias económicas, planes de seguridad o tribulaciones geopolíticas. Si hay un cataclismo, muy pocos esperan que diseñe operativos de rescate. Lo suyo es decir unas palabras, con los ojos chicos que pone para las cosas graves, y asistir a la zona de desastre donde le tomarán fotos conmovedoras y se verá apuesto despeinado por un ciclón. El Presidente se ha concentrado tanto en ser mera apariencia que delega en su vocero la responsabilidad de comunicar la línea del Ejecutivo y corregir sus variopintos desastres coloquiales. En esta ventriloquia política, la declaración del vocero es más oficial que la del Presidente.

Es posible que después de sacar al PRI de Los Pinos pensara que había pasado a la historia antes de gobernar. El caso es que apenas quiso hacer algo más. Su irresponsabilidad fue más histórica que su triunfo, pero él está seguro de que no se nota. Por algo se mantiene en campaña permanente. En vez de luchar para que la democracia sea una forma de vida, decidió que el mejor método para enfrentar los problemas es olvidarse de ellos. Su legado es un país dividido. En muchas ocasiones se necesitó de su iniciativa, pero se hizo el despistado. Hace unos días comentó que Oaxaca tenía un problema regional; luego habló de la existencia de una guerrilla urbana. ¿Qué pasó en medio?, ¿cómo fue posible que eso ocurriera sin su intervención?

Fox se comportó como una reina de Inglaterra que gasta menos en sombreros. Una figura decorativa, aclamada en convites y meriendas, ausente en las decisiones de un país a punto de estallar por la desigualdad social.

Sin duda alguna leerá con aplomo lo que le escriban en su Informe. Si recibe algún insulto esto reforzará su atractivo personal. Cuesta trabajo creer que la transición a la democracia se haya banalizado de esta forma.

Fox subió con sus mejores botas al avión de la patria. Una vez en las alturas, se desesperó con las turbulencias, puso el piloto automático y se fue a ver la película en la parte trasera. Como sus actitudes sólo pueden ser canónicas, podemos imaginarlo bien. La nave avanza entre relámpagos mientras él bebe el refresco que una vez vendió. Parece un piloto jubilado indiferente a las bolsas de aire. Cuando el avión comienza a caer en picada, le pide a su vocero que tranquilice a los pasajeros. Luego regresa a la cabina y registra sus últimas palabras en la caja negra, un mensaje optimista y francote: "Nos dimos un guamazo pero estos aviones son una chulada".

Después de su último Informe, salta del avión en llamas y abre su paracaídas. Como en todas partes hay fotógrafos, es retratado mientras desciende, haciendo la V de la victoria. Poco después, cae sobre una choza y la destruye. De eso ya no hay fotos.